Nací por y para esto, no llegué por no sabe hacer otra cosa. Desde siempre quise contar cosas, descubrir lo que manejaba y sobre todo aprender de la vida, algo que el periodismo te da como ninguna otra materia. Patológicamente enfermo por los coches, me picó la vena de la tecnología hace ya varios lustros y aquí estoy. Tuve la enorme suerte de empezar cuando esos grandes cacharros que viajaban en maletas, pesaban varios kilos y cobraban por diez minutos de llamada lo que hoy vale una tarifa ilimitada de Gigas.
Todo empezó después de colaborar con medios como El Mundo o Muy Interesante con mi llegada y el inicio de Telefonía & Comunicaciones, la que podemos considerar revista decana del sector. Después de pasar ahí años maravillosos, la torpeza del editor personalizada en dejar la gestión a un vástago incapaz, me llevó a saltar a Motorpress Ibérica, primero en calidad de redactor jefe de la revista Connect y posteriormente como director. De paso pude disfrutar, nada más y menos que de mi gran pasión: escribir de Ferrari y de coches de altas prestaciones. En Motorpress me desarrollé como persona y como profesional más que nunca. Escribía de tecnología, automóviles, viajaba, coordinaba y sobre todo era feliz, era muy feliz. Fueron años únicos, una editorial que en sus buenos años era el sueño, el nirvana de cualquier periodista. Pero la llegada de Internet y de una pésima gestión de los "directivos de despacho" me llevó en este caso… a la calle. Fue un momento difícil, quizá el más duro de mi vida, pero el más afortunado.
Años antes del desenlace debuté en la Cadena Ser como Co-director del programa Ser Digital, junto a Chema Lapuente. Fueron años magníficos, aprendí de radio, hicimos más medio millar de programas, nos reímos como nunca e hicimos un programa fresco como pocos. En esa época no solo conocí, que nos trató como nadie, a Antonio García Ferreras, ahora capo de la Sexta, sino a un colaborador, joven, con ganas, sano, trabajador y sobre todo listo, muy listo. Se llamaba Javier Sanz, mi socio y CEO del Grupo ADSLZone. Como dirían los argentinos, nos unimos de una. De la nada hasta hoy, lucha, ganas, sueños, problemas y aquí estamos con el mundo por bandera y con más ganas que nunca de demostrar que el negocio del periodismo no es cosa de despachos. Treinta años en la mochila y más de la mitad ya en digital, el mundo no para pero aquí sigo. Siempre con mi ordenador en la espalda y siempre con el móvil listo para disparar.
Poco más, soy MAM para los amigos y como me gusta decir siempre: solo creo que ACDC.