Mira que siempre recomendamos comprar un móvil con una buena cantidad de memoria, pero he cometido el error de comprar a mi padre un smartphone de 64GB, hoy por hoy, muy poca memoria. Sé que muchos de vosotros estaréis pensando que soy un exagerado, que con borrar algunas fotos o aplicaciones ya se soluciona el problema. Pero no, amigos míos, no es tan fácil. Os lo digo por experiencia.
Resulta que hace unos meses me compré un móvil de esos baratos que encontramos en Amazon, de los que te venden como una ganga, pero que en realidad son una trampa. El móvil tenía solo 64GB de memoria interna, y no voy a decir la marca, pero me pareció suficiente en un principio. Total, mi padre solo lo quería para llamar, mandar mensajes y consultar el correo. ¿Qué más podía necesitar?
Pues bien, resulta que sí necesitaba más. Mucho más.
La odisea de los móviles con poca memoria
Empezando por el primer uso, resulta que el móvil venía con un montón de aplicaciones preinstaladas que no se podían desinstalar, no al menos por alguien que no domine la configuración de Android al 100% y que ocupaban casi la mitad de la memoria.
Pero a esto le sumamos que, aunque pensaba que mi padre no haría muchas fotos, no recordé que ahora tiene un nieto. Y en poco tiempo se ha dado cuenta de que las fotos que hacía con la cámara pesaban más de lo esperado, y que no podía pasarlas al ordenador porque había que hacerlo cada dos por tres. Y es cierto, de esos 64 GB, le restamos 30 GB que ocupa el sistema y las apps preinstaladas y las que instala mi padre, las fotos que recibe por WhatsApp, y la grabación de unos cuantos vídeos de su nieto, y ya la tenemos liada.
Como resultado ahora tenemos un teléfono que nos recuerda continuamente que no hay espacio suficiente, ni para instalar más apps, ni para aplicar actualizaciones de sistema ni nada de nada. Y claro, ¿qué pasa cuando el almacenamiento del teléfono se llena? Efectivamente, que se vuelve más lento que una tortuga. Cada vez que mi padre quería hacer algo, tenía que borrar algo antes. Era una pesadilla. No podía descargar ninguna aplicación nueva, ni guardar ningún documento, ni siquiera hacer una captura de pantalla. Era como tener un móvil de juguete.
Y hablo en pasado porque, evidentemente, ya no lo vamos a usar. Es preferible mirar directamente al sol que pasar un día más viendo como el almacenamiento se desborda con nada que hagas.
Y lo peor de todo es que no podía cambiarlo por otro, porque ya se ha pasado, evidentemente, el tiempo de devolución. Así que nos tocará aguantar con este móvil inservible, mientras ya estoy echando un ojo a un modelo más moderno, no con 1 TB de espacio, como los nuevos Galaxy S24 Ultra, pero sí con, al menos, 256 GB.
Espero que con esta cantidad de memoria al menos podamos vivir tranquilos, no se, hasta el año que viene.