La nueva etiqueta energética de la UE es un caos en los smartphones

Desde el día 20 de junio de 2025, los móviles y tablets que se venden en la Unión Europea deben incluir la nueva etiqueta energética, cuyo funcionamiento es similar al que llevan los electrodomésticos o televisiones. El objetivo de esta medida consiste en proporcionar al consumidor una referencia rápida acerca de la eficiencia, consumo, durabilidad y reparación del dispositivo. Sin embargo, después de una semana en vigor, está perdiendo todo el sentido.
Por otro lado, la nueva etiqueta energética de la UE ha generado un contraste claro entre móviles y tablets. Esto se debe a que los primeros ocupan mayoritariamente la parte alta de la etiqueta, mientras que las tablets están posicionadas en los escalones más bajos, ¿qué significa esto?
Todos los móviles son impecables
Los datos iniciales muestran que el 93% de los smartphones analizados reciben una calificación entre A, B y C. A priori, esto debería ser una buena noticia, pero la realidad es que esto supone un problema a causa de la concentración de buenas notas, lo que impide diferenciar el rendimiento entre los diferentes modelos. Si casi todos los móviles tienen esta clasificación, la etiqueta deja de cumplir con su principal función, es decir, ayudar a los usuarios a elegir con criterio.

Esto es lo mismo que ocurre habitualmente en algunos medios especializados sobre tecnología y sus análisis, donde todos los productos que se prueban tienen muy buena nota. Esto provoca dificultades para los usuarios a la hora de establecer diferencias reales entre los dispositivos, puesto que, si todo es un 9 o 10, ¿cuál es mejor realmente? Lo que está ocurriendo con la nueva etiqueta energética de la UE genera un problema similar.
Con las tablets ocurre todo lo contrario, puesto que se han visto afectadas negativamente y de forma directa tras los nuevos valores de la etiqueta. Más del 70% de las tablets acaban destinadas a las categorías E, F o G, lo que sugiere que dejan mucho que desear en términos de eficiencia energética. Sin embargo, surge también la duda sobre los criterios establecidos para smartphones y tablets, puesto que los objetivos fijados para los primeros parecen ser más laxos, mientras que para las tablets resultan más estrictos.
La diferencia radica en los umbrales del Índice de Eficiencia Energética (IEE), la métrica principal. Para obtener una ‘C’, un smartphone necesita un IEE entre 1,95 y 2,30, mientras que una tablet requiere un IEE mucho más exigente, entre 5,06 y 6,32. La Comisión Europea justifica estos umbrales distintos por el mayor consumo inherente a las pantallas de mayor tamaño y las capacidades de las tablets. Además, se evalúan otros factores como la reparabilidad, la durabilidad de la batería (mínimo 800 ciclos) y la resistencia a caídas (no exigida en tablets).
La etiqueta pierde su función
A este paso, la nueva etiqueta energética de la UE podría convertirse en un mero adorno. Si no hay una diferencia clara entre los diferentes móviles del mercado, los usuarios no pueden aprovechar la información de la etiqueta para tomar una decisión. De hecho, acaba convirtiéndose en un mero trámite burocrático para cumplir con la normativa de la Unión Europea.

Está claro que la intención de la UE es positiva, ya que busca fomentar la eficiencia y sostenibilidad de los dispositivos. Sin embargo, la ejecución de la idea no es del todo buena. Ahora mismo, lo único que hace es generar más confusión que claridad, puesto que todos los smartphones cumplen con muy buena nota. Está por ver si se producen cambios a corto plazo que busquen facilitar al consumidor el simple hecho de elegir nuevo teléfono móvil.