Los índices de radiación electromagnética que emiten nuestros móviles son motivo de un constante debate entre expertos y la sociedad que convive con un dispositivo ya imprescindible en nuestras vidas. El debate se abre en torno a la falta de conclusión o quizá a la conclusión, de que no hay evidencia de que este tipo de emisiones puedan afectar negativamente a nuestra salud.
Si nos aferramos a la máxima de que “la ausencia de prueba no es prueba de ausencia” es posible que esta polémica conviva con nosotros durante más tiempo del deseado. Pero antes de entrar en detalles, veamos de qué estamos hablando exactamente y dónde yace el origen de la polémica. Es algo indubitable, que nuestros móviles emiten radiación de radiofrecuencia (ondas de radio) desde sus antenas, que es una forma de radiación no ionizante. Las partes del cuerpo más cercanas a la antena pueden absorber esta energía. La preocupación de muchos es cuánta de esta energía puede absolver nuestro cuerpo y a qué niveles pudiera ser perjudicial.
Radiación no ionizante
Hay diferencias sustanciales entre la radiación ionizante y la no ionizante (que es emiten nuestros terminales). Las primeras, son el tipo de radiación con energía suficiente como para ionizar la materia, es decir, que pueden extraer los electrones de su estado ligado al átomo. Este tipo de radiación es liberada en forma de ondas electromagnéticas en forma de rayos X o rayos gamma o incluso en forma de partículas (alfa y beta o neutrones). La radiación ionizante genera cambios químicos en la células y puede incluso llegar a dañar el ADN, debido a las mutaciones generadas en el proceso y generalmente ligadas a exposiciones altas o prolongadas.
Por el contrario, la radiación no ionizante emitida por nuestros móviles, no debería generar cambios químicos en las células o dañar el ADN. Los estudios en este sentido, no logran reunir suficientes evidencias científicas para afirmar con rotundidad que la radiación no ionizante sea un perjuicio para la salud. Además, los teléfonos móviles deben ceñirse a los estándares de emisiones de radiación fijados, que en muchas ocasiones se quedan muy por debajo de los límites.
La tasa de absorción SAR
La tasa de absorción específica (en inglés, y comúnmente, SAR, de specific absorption rate) es una medida de la tasa de absorción de energía de RF (radiofrecuencia) en el cuerpo. Es definida como la potencia absorbida por la masa de los tejidos y tiene unidades de (W/kg). La permisividad de esta medida es incluso variable según los diferentes países. Así, Estados Unidos, se permite un máximo de 1.6 W/kg, y en Europa hasta 2W/kg.
En el caso de los fabricantes de telefonía móvil, la FCC (Federal Comunications Comisión) exige pruebas de SAR, incluyendo las condiciones más severas de operación, en los peores casos (y en las mayores potencias) para todas las bandas de frecuencia, para certificar que el dispositivo cumple con las normas de la Comisión.
Por tanto, todos los teléfonos móviles deben cumplir con los estándares de exposición a energía de RF establecidos por la FCC, los que se fijan a niveles mucho más bajos que aquellos en que podrían ocurrir efectos nocivos, según lo que indican los experimentos de laboratorio y en los que coinciden en general los expertos en medicina y biología
¿Es perjudicial esta radiación?
Tenemos claro que la radiación emitida por nuestros móviles llega a nuestro cuerpo y órganos, pero ¿es perjudicial?. Ningún estudio ha podido encontrar aún ninguna evidencia clara de relación entre la tasa de absorción SAR y posibles efectos nocivos en nuestro cuerpo.
Uno de los más grandes estudios al respecto, publicado en 2006 en Dinamarca, estudió a más de 420.000 ciudadanos durante 20 años sin encontrar evidencias significativas de la incidencia de cáncer. Así mismo, la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos), ha declarado en varias ocasiones que el peso de la evidencia científica no ha vinculado la exposición a la energía de radiofrecuencia del uso de teléfonos móviles con ningún problema de salud en o por debajo de los límites de exposición de radiofrecuencia establecidos por la FCC.
Los datos de salud pública no refieren una asociación entre la exposición a la energía de radiofrecuencia por el uso de teléfonos móviles y los problemas de salud. De hecho, la tasa de cáncer de cerebro y otros cánceres del sistema nervioso diagnosticados en los Estados Unidos ha disminuido durante los últimos 15 años. En la misma línea encontramos la opinión del instituto nacional del cáncer, dejando claro que “actualmente no hay evidencia consistente de que la radiación no ionizante aumente el riesgo de cáncer en humanos”
El Comité Científico de la Unión Europea sobre Riesgos Sanitarios Emergentes y Recientemente Identificados (SCENIHR), también ha concluido que no hay efectos adversos evidentes para la salud, si la exposición permanece por debajo de los niveles recomendados por la legislación de la UE Con respecto a la hipersensibilidad a los CEM (intolerancia ambiental idiopática atribuida a los campos electro magnéticos), la investigación muestra consistentemente que no existe un vínculo causal entre los síntomas auto-informados y este tipo de exposición.
¿A qué conclusión llegamos?
Es posible que muchos defiendan que la imposibilidad de encontrar un unicornio, haga posible su existencia dentro de un espectro muy variable de posibilidades. Sin embargo, si nos ceñimos a las conclusiones de los expertos y las pruebas empíricas, nuestros teléfonos móviles son totalmente seguros siempre que se respeten los niveles de radiación exigidos por las autoridades.
Las relaciones entre enfermedades graves o trastornos derivados de la radiación no ionizante que emiten nuestros terminales no ha sido probada. En este sentido, si te sientes más seguro apagando el móvil por la noche, desactivando los datos o activando el Modo Avión puedes hacerlo. Es seguro que ahorrarás batería y no te despertarás a media noche con la notificación sonora de alguna aplicación.
Por otro lado, puedes mantenerlo encendido si quieres, aunque los defensores de lo contrario te llamen temerario. En este sentido, lo que por el momento queda demostrado es que tanto la prevención injustificada (tener balas de plata por si viene el hombre lobo) como la «imprudencia» ante algo no probado o concluyente, tienen prácticamente el mismo sentido.