¿Mito moderno? ¿Leyenda urbana creada para asustar? ¿O simple falacia? Desde los inicios de la telefonía móvil el tema de la radiación y el cáncer cerebral han ido de la mano. Pero hoy hemos leído un estudio que desmiente que haya relación entre el uso de móviles y la enfermedad cerebral. Estas son las conclusiones sobre el grado de exposición a campos magnéticos.
En posturas enfrentadas desde que la telefonía móvil empezó a establecerse como mercado de peso, la idea de que usar el móvil provoca cáncer cerebral y otras enfermedades es tan defendida por unos como denostada por otros. Una visita a la web española del Instituto Nacional del Cáncer nos cuenta que «Los teléfonos celulares emiten energía de radiofrecuencia (ondas de radio), una forma de radiación no ionizante. Los tejidos que están más cerca de la antena pueden absorber esta energía», entrando dentro del campo de exposición a campos magnéticos que abarca otras áreas como el estudio de focos cancerígenos dentro de entornos cercanos a antenas de telecomunicación.
Las pegatinas de San Francisco
Hace unos 7 años, en 2009, varios políticos de Maine y San Francisco intentaron que se aprobara una proposición para que los fabricantes de teléfonos móviles colocasen pegatinas en los terminales y las cajas indicando el riesgo de causa de cáncer por radiación electromagnética que podría haber al usar el teléfono. Algo así como los anuncios que se ven en las cajetillas de cigarrillos, pero aplicados a los móviles. Tal medida terminó ignorada por la ciudad, que no consideraba que debiera llevarse a cabo.
Un estudio de tres décadas
Para responder a la pregunta de forma contrastada, hace poco se ha presentado los datos de un estudio que ha medido la relación entre casos de cáncer cerebral y el uso de los móviles. Pero a diferencia de otros similares, este lleva casi tres décadas en marcha, mostrando los datos obtenidos en los últimos 29 años desde 1982 (dos años antes que el Motorola DynaTac 8000x saliese a la venta) hasta 2013, año en que la telefonía móvil estaba plenamente implementada en la sociedad actual.
¿Su conclusión? «La incidencia de cáncer cerebral entre 1982 y 2013 no se ha incrementado en ninguno de los grupos de edad excepto en aquellos de entre 70-84; en este último el incremento de casos comenzó en 1982, antes de que los teléfonos móviles fuesen introducidos. Nuestra hipótesis es que este incremento en la incidencia de cáncer cerebral dentro del grupo de edad más avanzada es debido a que se mejoraron los métodos de diagnóstico». Y en resumen: «No hemos hallado ningún tipo de incremento en la incidencia de cáncer cerebral compatible con el desorbitado incremento en el uso de móviles».
¿Qué postura es la acertada? Eso continuará siendo una fuente de debate entre ambos bandos. Pero en este caso hablamos de un estudio no de unos meses en unos pocos pacientes, sino de 30 años de duración en todo un país.