Cuando supe que el realme GT7 Pro traía una batería de 6500 mAh y pude probarlo unos días antes de su puesta de largo, no lo pensé dos veces. Como usuario intensivo que vive entre reuniones, haciendo fotos al niño a todas horas y usando más redes sociales de las que debería, necesitaba un dispositivo que simplemente aguantara mi ritmo.
Y este es uno de los grandes alicientes, aunque no el único, de la última bestia de la marca. Al fin y al cabo, el realme GT7 Pro está protagonizada por una batería de ánodo de silicio-carbono (bueno, realmente son dos celdas de 3250 mAh) que, no solo es la de las más grandes de la industria (de teléfonos, digamos, más casuales), sino que además tiene una densidad energética impresionante de 780 Wh/L.
¿Y qué significa esto? Pues que aguanta hasta 76 horas de uso de Spotify, 23 horas en YouTube y que tiene un rendimiento sobresaliente incluso en condiciones extremas. Si a ello le sumamos la carga ultra de 120 W, que en apenas 14 minutos lleva la batería al 50 %, tenemos el combo perfecto entre autonomía y velocidad.
Pero lo que no me esperaba era que este teléfono me terminaría atrapando por muchas más razones.
Mucho más que una batería enorme
Lo que me enamoró fue su batería, pero lo que me convenció para siempre es que el realme GT7 Pro no es solo otro flagship más, sino un teléfono súper nítido, muy bonito, y sobrado de potencia. De hecho, cuenta con el Snapdragon 8 Elite, un procesador de 4,32 GHz fabricado en el proceso de 3 nm de TSMC que no solo vuela, literalmente arrastra con todo lo que le pongas: juegos como Genshin Impact se mueven a 120 FPS con una fluidez que parecía reservada a consolas. Y la IA lo potencia aún más con funciones como la superresolución de juego hasta la interpolación de cuadros.
Y su cámara, sin ser perfecta, es más que digna, e incluso te deja hacer cosas que otros teléfonos no pueden, como hacer fotos bajo el agua gracias a la clasificación IP68/69 de la que presume el teléfono móvil. Ahora que llega el verano y todos queremos tener un buen recuerdo de los meses con más sol del año, tener un smartphone que puede resistir sin miedo ante un chapuzón en la piscina, es un buen motivo para elegirlo.
Por último, pero no menos importante, está su diseño y pantalla. Aquí realme realmente se luce. El diseño inspirado en Marte no solo es único, sino elegante y futurista, con una textura que cambia sutilmente con la luz, evocando el terreno marciano. Todos queremos presumir de teléfono y no cabe duda que con este, todo el mundo se detiene para observarlo y comprobar que, como en otras ocasiones, son mucho mejores estos acabados que los que puede incluso ofrecer Apple.
Pero el verdadero espectáculo está en el frontal: una pantalla Samsung Eco OLED Plus de 6,78 pulgadas con resolución 1.5K, brillo máximo de 6500 nits y tasa de refresco adaptativa de 120 Hz. El panel es tan brillante y nítido que usarlo bajo el sol ya no es un problema. Además, la tecnología de atenuación de CC, protección ocular por IA y TÜV Flicker-Free lo convierten en una experiencia visual que cuida tus ojos sin sacrificar calidad.
Luego ya si le sumamos extras como el desbloqueo ultrasónico, incluso con los dedos mojados, su respuesta táctil de 2600 Hz, o un sonido bastante bueno y potente, entenderás porque recomiendo este smartphone a todo por el que me pregunta por un tope de gama de verdad que no sea excesivamente caro.