En la era donde todos tenemos que estar conectados, donde hasta la tostadora te pide la clave WiFi para que la puedas controlar desde el móvil, los smartwatches se han convertido en el accesorio de moda para los más sibaritas amantes de la tecnología. Un reloj que te notifica, te monitoriza y te hace la vida ‘más fácil’, ¿a quién no le va a gustar?
Lamentablemente, los precios de estos dispositivos cada vez son mayores, motivo por el que comprar uno de segunda mano puede ser una opción bastante factible. Pero, ojo, al final este proceso o, mejor dicho, esta compra, puedes ser una experiencia más cercana al inferno de lo que pensabas.
El mercado de segunda mano depara muchas sorpresas y en mis aventuras por Wallapop me he encontrado de todo. Por ejemplo, ¿Cómo saber si ese aparatito que te venden a precio de saldo no es una burda imitación china? Si no sabes reconocer el dispositivo y acabas comprándolo, tienes muchas papeletas para que te toque el premio gordo y te vas a quedar con un reloj que ni te da la hora ni te cuenta los pasos, solo te da latidos… de rabia.
La aventura del mercado de segunda mano
Pero, en esta ocasión, no vamos a hablar de las falsificaciones, sino de todo a lo que te expones cuando compras un reloj usado, algo similar a lo que ocurriría al comprar otro wearable o incluso un teléfono móvil. ¿Ha tenido golpes? ¿Le funciona la batería? ¿Se ha mojado alguna vez? ¿Le falta algún tornillo o componente? Prepárate para convertirte en un CSI investigando cada rayón y cada fallo del sistema, y todo ello en los pocos minutos que tienes para llevar a cabo la transacción. Porque una cosa es que el vendedor le haya dado un par de golpes al reloj jugando al fútbol y otra es que lo haya usado de buceo en la fosa de las Marianas.
En mi caso, el asunto fue mucho peor. aparentemente compré un Galaxy Watch 4 en perfecto estado, a un precio aceptable y, aparentemente, en buenísimas condiciones. A los pocos días de realizar la compra, no había forma de cargar el dispositivo y, pese a que parecía en buen estado, al solicitar al vendedor la factura de compra para ejecutar la garantía, resulta que no se compró en Europa, por lo que los 2 años de reparación se esfumaron como palabras en el viento. Culpa mía por no exigir la factura de compra antes de nada.
Si te ocurre lo mismo y tu reloj se rompe fuera de garantía, te vas a tener que buscar la vida para arreglarlo, porque la marca ya no se hace responsable de un producto que ha pasado por otras manos. Prepárate para pagar un dineral en reparaciones o, peor aún, para quedarte con un pisapapeles de lujo. Porque no nos engañemos, los smartwatches, ni nuevos ni viejos, son baratos precisamente.
Así que, si te vas a arriesgar a comprar un smartwatch de segunda mano, al menos que sea un modelo actual y en buen estado y exige siempre la garantía de compra. Porque si te vas a pillar uno con más años que Jordi Hurtado y encima averiado, vas a acabar pagando más que por uno nuevo y por todas sus garantías. Solo así merecerá la pena la compra, porque si pasa algo siempre te puedes aferrar a que la marca responda por su producto en el momento en el que pase algo, eso sí, siempre que el problema no se deba a un mal uso sino que venía defectuoso.
Teniendo en cuenta que hoy en día puedes encontrar relojes muy buenos por muy poco dinero, desde poco más de 30 euros, que cuentan con una gran cantidad de funciones, no merece la pena arriesgarse con uno de segunda mano por mucho que pueda parecer supuestamente mejor. También puedes pagártelo a plazos, desde unos euros al mes, y será la mejor inversión que hayas hecho.