La IA está consiguiendo que todos los móviles me parezcan iguales
Durante años, las marcas de móviles se esforzaban por destacar unas de otras con ideas propias. Ya sea por su cámara, por su diseño o por su software. Pero, de un tiempo a esta parte, precisamente el software ha sido invadido por una IA que, en casi todos los smartphones, hace lo mismo. El resultado es una generación de dispositivos cada vez más homogéneos, tan parecidos que cuesta encontrar identidad alguna entre ellos.
Google marcó un antes y un después con el Circle to Search, una función que permite buscar en Internet cualquier elemento visible en pantalla sin cambiar de aplicación. Lo que en su día fue una innovación exclusiva del ecosistema Pixel se ha replicado rápidamente en otras marcas con la misma herramienta o con funciones similares, pero con nombres distintos, pero idéntico propósito.
Lo mismo ocurre con la traducción en vivo de llamadas, los subtítulos automáticos o la transcripción instantánea de notas de voz. Samsung (la pionera en este campo), Honor, realme, OPPO o vivo ofrecen hoy funciones prácticamente calcadas, impulsadas por modelos de IA que, en muchos casos, provienen de las mismas fuentes.

El problema no es tanto la mejora tecnológica, algo que es innegable, sino la pérdida de identidad que conlleva. Las interfaces de cámara, antaño muy distintas, hoy aplican los mismos filtros de belleza, el mismo HDR y los mismos algoritmos de suavizado facial.
Las fotos tomadas con un teléfono chino, coreano o estadounidense tienden a parecerse demasiado y los editores trabajan en lo mismo: editar encuadres, borrar elementos de una foto con IA, etc…
Incluso las capas de personalización, que durante años fueron la seña distintiva de cada fabricante, empiezan a parecerse demasiado en su diseño. La obsesión por copiar lo mejor unos de otros y la asistencia inteligente, es cierto que ha hecho que la experiencia de uso sea más predecible, más cómoda, pero también más impersonal.
Desde la perspectiva de quien prueba móviles de forma habitual, se nota que el componente emocional ha desaparecido. Antes, un teléfono te sorprendía por su cámara única, su sonido característico o su forma de gestionar el sistema. Hoy, las diferencias se reducen a matices mínimos en los ajustes, la personalización y poco más. Da igual si usas un modelo de 400 o de 1.000 euros ya que el comportamiento es tan parecido que la elección entre marcas se convierte en una cuestión de logotipo o precio, no de personalidad.

Apple se resiste, pero a las malas
Lo más curioso es que, en medio de esta fiebre por la inteligencia artificial, hay una marca que parece ir con el freno de mano echado. Y no, no es una start-up recién llegada ni un fabricante de segunda línea: es nada menos que Apple.
Mientras Google, Samsung y hasta Xiaomi llevan meses presumiendo de sus funciones de IA generativa, desde Circle to Search hasta los resúmenes automáticos de notas o la edición avanzada de fotos, la compañía de Cupertino todavía no ha conseguido poner en marcha su propio sistema con solvencia. Su flamante Apple Intelligence, presentado con bombo y platillo, lleva demasiado retraso y solo funciona parcialmente en unos pocos dispositivos y regiones.
Mientras tanto, el resto del sector se mueve a toda velocidad, pese a que ello implique, como acabo de decir, que todos los móviles comiencen a parecerme peligrosamente parecidos.