Habíamos dejado la presentación del primer iPhone en un Moscone Center tomado las 24 horas por las fuerzas de seguridad de Apple y donde los prototipos estaban lejos de ser fiables. Concluimos el relato que ofrece The New York Times sobre la historia detrás del momento en el que Steve Jobs dijo «Este es el iPhone».
Habíamos dejado a Steve Jobs, en la primera parte de la historia oculta de la presentación del iPhone, junto a un aterrado equipo de ingenieros que, incluso siguiendo un camino prefijado, no tenían la seguridad de que todo funcionaría bien. El mismo día de la presentación, en el prototipo que iba a usar el CEO de Apple el software de Grignon para el control inalámbrico seguía con problemas y hasta el sistema que se encargaba de gestionar la memoria fallaba. Y en los dispositivos de reserva que había exigido el propio Jobs, nadie sabía qué podría pasar.
Y por si fueran pocos los problemas, y recordad que estamos hablando de 2007, Jobs exigió que en las pantallas se proyectara en tiempo real lo que el hacía en las del dispositivo, y esto supuso semanas de trabajo para los ingenieros de Apple que también se tuvieron que preocupar de otra cosa, la conexión Wifi.
Steve Jobs estaba obsesionado con la seguridad en la presentación del primer iPhone
Como el mismo Grignan afirma, había 5.000 «nerds» en la sala y no podían permitirse que la señal fallara ni una sola vez con Jobs en el escenario. Para ello situaron antenas WiFi por todo el escenario y cableadas para que la señal no tuviera que viajar mucha distancia y hackearon las estaciones AirPlay haciendo que mostraran, aparentemente, frecuencias de Japón que en EE.UU. no se pueden utilizar. Pero el momento que más temía Grignan era el de la llamada que quería hacer Jobs en directo. Trajeron una torre portátil de AT&T para mejorar la señal, y como el mismo ingeniero confiesa poco más podían hacer y «nos pusimos a rezar».
Pero, por si todo esto no fuera ya poco, aún había algo más que tenía aterrados a todos los miembros del proyecto iPhone, y es que el terminal se solía quedar colgado y reiniciarse – justo como el iPhone 5S hace poco – a cada momento cuando tenía varias tareas a la vez. Una docena de terminales estaban dispuestos en el atril de Jobs para servir de respaldo si alguna de las demos fallaba y que no entorpeciera el ritmo del evento.
Pero el gran final, en el que Jobs planeaba hacer una llamada, ponerla en espera, encontrar una foto y enviársela al interlocutor por email, mirar algo por internet y volver a la música era el momento de mayor tensión. «Sólo teníamos 128 Mb de memoria en esos terminales y como no estaban terminados, las aplicaciones eran pesadas y funcionaban mal».
Pero llegó el momento, y, como podéis ver en el vídeo, todo salió a pedir de boca, ni un fallo en la demo de Jobs. Pero Grignam y el resto de sus compañeros no sólo se sintieron aliviados, al final de la presentación estaban borrachos. Y es que para calmar los nervios se habían aprovisionado de botellas de wiskey y cada vez que una parte de las demostraciones salían bien, se compartía un buen trago. Al final, Grignam afirma que fue la mejor presentación de la historia, irrepetible, y como tal no dudaron en continuar la fiesta el resto del día. «Fue un auténtico calvario, pero fue genial» concluye el ingeniero.