La cámara se ha convertido en un elemento clave a la hora de comprar un teléfono móvil y los fabricantes lo están convirtiendo en su “niña bonita”. Cuando compramos un móvil con una buena cámara, ¿sabemos qué trabajo hay detrás?
Configurar y desarrollar la cámara de un smartphone es mucho más complejo de lo que los usuarios imaginan. Aunque el fabricante del teléfono puede mantener los ajustes preestablecidos por el proveedor del sensor, si una marca aspira a un resultado excelente y de calidad, va a tener que recurrir al desarrollo propio. Eso conlleva miles de horas de trabajo, un equipo de desarrolladores destinado únicamente a cámara y una inversión de miles de euros en maquinaria. Palabras mayores.
Para entender mejor este proceso, visitamos las instalaciones de BQ, uno de los pocos fabricantes que aún siguen desarrollando electrónica de consumo en Europa. Carlos Iniesta, Camera Product Manager, nos ayuda a entender qué conlleva el desarrollo de una cámara. Pero nos advierte de que lo que vamos a ver es una rareza en el continente europeo, porque la mayoría de marcas carecen de los medios y la inversión para hacer un trabajo de esta envergadura.
Cuatro fases y miles de horas de desarrollo para crear un móvil con una buena cámara
El fabricante del teléfono tiene una visión de la cámara que quiere para su móvil, teniendo en cuenta los aspectos más relevantes para el usuario (resolución, condiciones, calidad del vídeo o experiencia de usuario), sus propios estándares de calidad y las tendencias (la evolución de las cámaras en, al menos, los próximos dos años).
Con esto claro, arranca un proceso de desarrollo e integración que dura meses. Para hacernos una idea, la cámara “de serie” emite una foto en un formato parecido al RAW (de alta pureza y nativo al 100%) pero que no puede abrirse ni con Photoshop, únicamente con programas muchísimo más avanzados facilitados por el proveedor del sensor y del procesador del teléfono (en este caso, Qualcomm). Partiendo casi de cero, BQ decide todo tipo de factores: exposición, velocidad, tipo de iluminante, medición, viñeteo, diferencia de enfoque entre centro y esquinas, reproducción de color, aberraciones cromáticas… Hablamos de unas 20.000 horas de trabajo.
Lo primero que hace el equipo de cámara es elegir el sensor y configurarlo, ajustando multitud de parámetros como la señal, la ganancia de la cámara, el control de exposición o la estructura de datos. A continuación, configura el ISP, optimizando herramientas como el balance de canales, la corrección del color o la reducción del ruido. Después, durante la fase de framework, integra el software y optimiza los parámetros de la imagen, especialmente la detección de rostros.
Sin embargo, uno de los elementos que más influye en la experiencia de usuario es la aplicación de cámara. Por ejemplo, pensemos en el HDR, en este tipo de capturas, el dispositivo tiene que hacer tres fotografías con exposición distinta y luego procesarlas para que el resultado final sea una foto con alto rango dinámico. Pues es el equipo de desarrollo de la cámara el que ajusta y prepara el sensor para que la captura de las tres fotografías sea lo más rápida posible. Lo mismo ocurre con prestaciones más avanzadas como la grabación a 90 fps, algo que no todos los móviles ofrecen y que se logra a través de la aplicación.
Los test de evaluación, indispensables
Cuando la cámara está lista, se entra en la fase de test de evaluación, en los se analizan más de 10.000 fotografías. Existen cuatro tipos de test de evaluación: objetivos, controlados, funcionales y subjetivos. Los tres primeros tipos se realizan en laboratorios y, en el caso de BQ, sus laboratorios están en su sede de Madrid, donde podemos encontrar elementos de medición súper avanzados por los que se rigen los grandes fabricantes y los líderes mundiales de la fotografía, además BQ utiliza las herramientas de medición de Imatest y de la propia plataforma de Qualcomm.
Los test objetivos analizan el rendimiento de la cámara (ajuste, distorsión de la lente, corrección de colores…) mientras que durante los tests controlados se someten las fotos a condiciones concretas para evaluar su comportamiento en esos entornos. En los tests funcionales, los desarrolladores comprueban el software (cuánto espacio ocupa, cuánta memoria consume o cómo interactúa con otras aplicaciones del teléfono). Por último, durante los test subjetivos, se prueba la cámara fuera de los laboratorios, en el mundo real.
No solo en las cámaras
El objetivo de todo esto, cómo podéis imaginar, es que el teléfono se diferencie de la competencia teniendo un comportamiento gráfico superior y con un estilo de imagen “de la marca”. Y, al igual que con la cámara, ocurre con otras especificaciones Durante nuestra visita a las instalaciones de BQ nos llamó especialmente la atención el trabajo de los ingenieros de audio y el laboratorio de sonido, que reflejaremos en próximos reportajes.