Un iPhone obliga a parar, por primera vez en 170 años, a la filarmónica de Nueva York
En la Avery Fisher Hall de Nueva York un iPhone ha provocado que un concierto de música clásica se tuviera que detener por su inoportuno y estridente sonido. El propietario del iPhone fue abucheado y… Esta es la crónica.
Esta es una de esas noticias une la comedia con la causalidad y el mal gusto como pocas. Pongámonos en situación. La orquesta filarmónica de Nueva York está dando un concierto de música clásica. Entorno en el que sobra decir que el silencio más absoluto es condición sinecuanum para que la obra de desarrolle con total armonía.
Música en estado puro
El director Alan Gilbert agita sus manos con celeridad, mientras que sus músicos, serviles a sus órdenes, tocan para los elitistas oyentes la novena sinfonía de Mahler. En ese momento un iPhone de uno de los asistentes que además está en la primera fila empieza a sonar. Gilbert lo oye, pero como gran profesional, sigue con su ceremonia mientras que su orquesta cumple a la perfección la ejecución de la obra de Mahler.
Insoportable
Pero el iPhone sigue sonando y la mente del director roza la esquizofrenia. El director no puede más, es mucho trabajo llevar el peso de una orquesta de este calibre con el sonido de fondo. De repente y para sorpresa de los asistentes, para la obra y se hace el silencio en la Avery Fisher Hall del Lincoln Center de Nueva York. Los violines reposan, el piano calla, el público no sale de su asombro. Se hace el silencio y el sonido del iPhone vuelve a aparecer, ahora más fuerte que nunca ante la incredulidad de los asistentes.
Tensión
El director pide elegantemente que se apague el iPhone, mientras el usuario no hace ni caso. La gente pide a voces que le echen de la sala. El director entra, nunca mejor dicho, en escena y pide al público calma y serenidad. Baja del escenario y se encara con el propietario y tras espetarle si volverá a sonar y si está en silencio, vuelve a la palestra. Sube y asegura que le ha sido imposible seguir y que “ese ruido atroz” no le permitía hacer bien su trabajo. El maestro se dispone a retomar la novena sinfonía, los violines suenan, el piano hace su aparición, la vida sigue.