La gestión de los iPhones que Apple recoge a través de su programa de reciclaje y reutilización tiene historia detrás. ¿Qué hace la firma con todo este material? Paradójicamente, la firma de Cupertino convierte en polvo los iPhones que no se pueden reutilizar y lo hace para evitar que las piezas de los mismos se puedan utilizar para la reparación de otros modelos de forma ilegal o evitar el mercado negro.
Uno de los modos que Apple ha encontrado para fomentar las ventas de sus iPhones es la introducción del programa de reciclaje y reutilización. Tras una valoración, Apple descuenta el valor económico de tu viejo móvil tras su tasación y lo descuenta del precio del nuevo modelo. El proceso es parecido para las tramitaciones por Internet. Una empresa externa se encarga de todo el proceso de recogida, tasación y posterior envío de una tarjeta de regalo con el importe del teléfono entregado. Todo con el fin de renovar tu teléfono por un nuevo iPhone.
Sin embargo, mientras tú te olvidas por completo del anterior terminal y te centras en el modelo nuevo, Apple pone en marcha la maquinaria para gestionar ese teléfono. Entre los pasos por lo que se rige el proceso es la de comprobar que el iPhone antiguo es apto para vender como modelo reacondicionado, con descuentos. De lo contrario, si su estado no lo permite, se tramita su destrucción.
¿Dónde? ¿Cómo?
La pregunta más evidente es cómo hace Apple para destruir esos teléfonos aparentemente inservibles. La tecnológica tiene un acuerdo con una compañía Li Tong, con sede en Hong Kong, en el distrito de Yuen Long. Allí una fábrica está vigilada en todo momento por un fuerte dispositivo de seguridad que vela por el objetivo básico de la planta: garantizar la destrucción todo iPhone, iPad, iMac o producto de Apple que entre en las instalaciones. Nada se recicla como componentes para reparaciones para evitar problemas con los clones y falsificaciones en el mercado negro. Ese es el principal motivo de Apple para eliminar a la nada los iPhones desechados.
Control absoluto de los residuos
Una vez en la planta, los iPhones y resto de iDispositivos son introducidos en máquinas que muelen y convierten en polvo todos los componentes del equipo. Del total del peso en polvo, un 40.6% procede de la carcasa trasera, un 38% de la pantalla, un 13% de la placa base y un 8.4% de la batería. Apple garantiza en todo momento que el proceso es totalmente seguro puesto que se controlan los desechos de gases y productos nocivos. Del polvo resultante de moler la chatarra electrónica se extrae la porción metálica tal como el cobre o el oro para ser reutilizados en fundiciones. El resto es almacenado en instalaciones habilitadas para tal fin para aprovecharlo en otros sectores independientes al tecnológico. De hecho, no es posible mezclar los residuos generados por los smartphones de Apple con los de otros dispositivos electrónicos de otras marcas por medidas de seguridad. El nivel de control es tal que el peso en materiales introducido en la planta debe ser el mismo que salga tras su procesamiento y destrucción.
Medida costosa con el fin de evitar las copias y el mercado negro
El fin de garantizar que este proceso que consta de 10 pasos sea transparente es evitar que esos componentes que podrían ser reutilizados acaben en el mercado negro, alimentando la reparación de otros equipos con estos componentes. Es por eso que es imprescindible que todo quede reducido a la nada y que no aparezca el logo de la manzana bajo ningún concepto. Tan solo los residuos aprovechables se destinan para la posterior fabricación de otros materiales
No hay certeza de cuántos iPhones destruye Apple puesto que el secretismo en torno a esta planta es absoluto. Entre las pocas cifras conocidas está el peso del residuo generado en 2014. Hablamos de 40.000 toneladas, de las cuales se podría extraer el acero suficiente como para reutilizarlo para fabricar 160 kilómetros de vía ferroviaria. Se cree que Apple recicla por encima de la media de otros fabricantes, una cifra cercana al 85% respecto al 70 de otras marcas.